LAS IDEAS SOBRE EL AMOR
(Según C.
Jung)
Del concepto de basado en que lo «únicamente en lo opuesto se enciende la vida», pasando por Eros de la atracción sexual hasta el Eros («gran vinculador y desligador») en general símbolo central del amor, como «aquel que une y separa», como «relación anímica».
En general
diremos que debe corresponder al amor el de desarrollarse a plenitud donde se
cultiva la individualidad como nuestra capacidad de relacionarnos. Muy superior
al hecho de los salvajes impulsos, como todo acto impetuoso; nace ahora el amor
humano que se ha registrado en la historia en los más hermosos actos de
entrega, de desprendimiento por el bien común desde dar una rosa hasta dar la
vida misma por el ser amado.
Jung dice: “El
amor es siempre un problema, con independencia de la edad de la persona de
quien se trate. En la etapa de la infancia el problema es el amor de los
padres; para el anciano el problema es lo que ha hecho con su amor. El amor es
una de las grandes potencias del destino que se extienden desde el cielo hasta
el infierno” [OC 10, § 198]
Dice en otro
aparte: “…] el problema del amor se me aparece como una montaña monstruosamente
grande que con toda mi experiencia no ha hecho más que elevarse, precisamente
cuando creía haberla casi escalado”. [Cartas I, 60]
El amor en el
sentido de pareja supone un recorrido, un conjunto de experiencias que van
afiatando una relación haciéndola sólida siempre y cuando estas “vivencias”
hayan sido sinceras no solo en la consolidación de la relación sino en la capacidad
de solucionar los problemas. Al respecto
C. Jung dice “Las vivencias nunca pueden «hacerse». Suceden, pero no de
forma absoluta sino, afortunadamente, de forma relativa. Uno puede acercarse a
ellas. Esto es lo que está al alcance humano. Existen caminos que conducen a la
vecindad de la vivencia, pero deberíamos evitar llamar «métodos» a los caminos,
pues este nombre mata todo lo que vive, y además el camino a la vivencia no es
tanto un artificio, sino más bien una empresa arriesgada que exige la entrada
en acción incondicional de toda la personalidad”.
Es una
característica de la mujer ser capaz de hacerlo todo por amor a un ser humano.
En cambio, constituyen las mayores excepciones las mujeres que consiguen algo
importante por amor a una cosa, porque eso no responde a su naturaleza. El amor
a la cosa es una prerrogativa masculina. Como el ser humano une en su
naturaleza lo masculino y lo femenino, un hombre puede vivir lo femenino y una
mujer lo masculino. Sin embargo, lo femenino está para el hombre en un segundo
plano, igual que lo masculino para la mujer. Si se vive lo que corresponde al
sexo opuesto se está viviendo en el propio trasfondo, con lo que lo
verdaderamente propio queda insatisfecho. Un hombre debería vivir como hombre y
una mujer como mujer.
Siempre de
jóvenes hemos hablado del amor verdadero, ¿existe? Algunos lo consideran así
por la sinceridad de manifestarse amor, otros por el tiempo, otros porque al
construirlo a diario se ven estas expresando en los “productos” del amor, en
los hijos, un emprendimiento, un empoderamiento familiar etc. Al respecto c.
Jung manifiesta: “El amor verdadero establece siempre vínculos duraderos,
responsables. Necesita la libertad sólo para la elección, no para la realización.
Todo amor verdadero, profundo, es un sacrificio. Se sacrifican las propias
posibilidades o, mejor dicho, la ilusión de las propias posibilidades. Si no
requiere este sacrificio, nuestras ilusiones evitarán que se establezca el
sentimiento profundo y responsable, con lo que se nos privará también de la
posibilidad de la experiencia del verdadero amor”.
Hay un “amor de Dios”, es también una de las frases
más comúnmente usada sobre todo en épocas críticas. Dios como algo omnipresente
etéreo y aunque no es visible, el que se asuma su existencia y de ahí expresar
amor (buscar un relacionamiento) ya resulta bastante interesante y motivo de
estudios C. Jung dice: “Por
consiguiente, el amor no parece ser una potencia menor. El amor es Dios mismo.
(«Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios
permanece en él»). El «amor» es, por otro lado, un antropomorfismo por
excelencia y, junto al hambre, la clásica fuerza psíquica instintiva del
hombre. Considerado desde un punto de vista psicológico es, por un lado, una
función de relación; por otro, un estado psíquico con acentos emotivos que como
es evidente coincide, por decirlo de alguna forma, con la imagen de Dios. El
amor posee indudablemente un determinante instintivo; es atributo y acción del
hombre, y cuando el discurso religioso define a Dios como «amor» subsiste el
peligro de confundir el amor que obra en el hombre con el obrar de Dios”. [OC
5, § 95 ss.]